Así va esto. Inmensidad, paisaje salvaje. Estamos a 7,000 pies de altura y son las 10:40 a.m, un 17 de mayo de 2019. Escogí uno de los senderos más populares y que diariamente visitan muchos andantes en el cañón: Bright Angel Trail, en el cual puedes parar en 3 puntos diferentes dependiendo del tiempo que tengas y tu condición física.
El plan original era comenzar el hiking bien temprano en la mañana luego del primer encuentro que tuvimos, para evitar el calor y sol intenso, pero al bajar tanto la temperatura durante esos días decidimos esperar a que la mañana calentara. Fue lo mejor, no hacía mucho calor ni tanto frío. Esta travesía la hice con mi novio y ahí estuvimos juntos bajando y subiendo el cañón. Escogimos hacer la ruta hasta la primera milla y media donde se encuentra el primer resthouse, fuimos preparados con agua, snacks y vestimenta adecuada, seguimos todas las indicaciones que vimos en cada esquina y no nos arrepentimos de haberlas seguido al pie de la letra porque pasan muchos accidentes cada día. Se trata de un lugar árido, caluroso, alto y se comienzan las caminatas desde el tope, así que la bajada es fantástica y ya se imaginarán cómo es al subir.
Comenzamos a descender desde el borde del cañón, el camino era súper chulo en zigzag atravesando la mismísima montaña de roca. Cuando empiezas ves cómo el cañón es una pintura y mientras vas bajando que tienes la pared de piedra a tu lado izquierdo es como si te hubieras metido dentro de esa pintura. ¡Es fantástico! En el lado derecho: el precipicio y de frente: muchos otros senderistas subiendo cansados o bajando motivados. Esto apenas comienza. El camino es bastante ancho, cómodo para caminar libremente junto con pequeñas ardillas que a veces se aparecen para saludar. La temperatura estaba como a unos 50°F, así que comencé abrigada en lo que el cuerpo calentaba.
Mientras bajaba vi pajaritos muy pequeños volar por los alrededores. Quizás eran más grandes, no sé, es que las dimensiones del cañón no se creen. Yo los vi así pequeños y ellos probablemente me veían igual como hormiga. Aproveché el descenso para hacernos varias fotos, ya que íbamos fresquecitos. Me fijé en los detalles, en el olor peculiar que a veces me dio a grama quemada y en la gente que subía muy agobiada. También, en los dos túneles de piedra que nos encontramos en el camino y en cómo era la vegetación. Había verde, más de lo que imaginaba porque pensé que sería todo seco y marrón. Habían pequeños arbustos verdes que tenían hojas redondas muy pequeñas. La ruta me gustó mucho porque vas viendo cómo entras a ese espacio privilegiado del interior del cañón. Sabíamos que la ruta debía ser corta por el horario en el que comenzamos (un poco tarde para hacer una ruta extensa ida y vuelta) y queríamos probar la intensidad de la caminata para que en alguna ocasión futura podamos caminar más. [Tengo que mencionar que en un solo día no puedes ir al fondo del cañón, que es por donde pasa el río, y regresar el mismo día. Para eso debes acampar y gestionar un permiso para poder pasar la noche y al día siguiente comenzar el ascenso].
El punto es que caminamos nuestra milla y media y llegamos al resthouse. En este refugio, descansamos, merendamos (con ardillitas con hambre queriendo acompañarnos, pero no, está prohibido alimentarlas), fuimos al baño (de composta), observamos, absorbimos nuestro alrededor. Caminamos un poco más para hacer unas fotos desde una piedra que nos daba unas vistas preciosas, allí estuvimos con una vista clara e intensa de mi pintura favorita del día.
Desde ese punto comenzamos el ascenso de regreso. Ya no podíamos continuar porque no lo planificamos y es muy importante la planificación por la comida, agua que lleves, por la condición física y por la hora. Comenzamos nuestra ruta de milla y media subiendo. No habían pasado ni 5 minutos y de momento empecé a sentirme cansada bien rápido, cada 10 pasos tenía que parar. El corazón me palpitaba súper rápido y me sentía ultra fatigada. Me pareció que habíamos bajado hasta 3 mil pies de altura y la subida no se estaba haciendo nada fácil. Paré varias veces a coger buenos aires, mi novio cargó mi bulto por varios minutos, merendé una vez más y me recuperé. Por un momento pensé que veía el helicóptero buscándome, pero gracias a los dioses del cañón regresé. Es sumamente importante seguir todas las direcciones que están en todas partes, estás en las entrañas del cañón, su clima te arropa y la inmensidad es seria.
Luego de ese restart, todo fue bien. El ascenso claramente es mucho más difícil y por la altura cuesta respirar. Aquí es cuando el calor aprieta, por la hora y el esfuerzo. Por tal razón, llevar layers de ropa fue uno de los consejos que mejor seguí. Ya estando de vuelta y volviendo a disfrutar mi alrededor, escuché un pájaro que amé. Me hizo reír muchísimo porque él también se moría de la risa. Su cantar era como una carcajada de felicidad extrema de teenager, a lo que llamamos en Puerto Rico: pavera. Así que le llamé así, el pájaro pavera. Hizo que mi camino fuera más agradable aun. Antes de llegar me paré unas últimas veces más, para aspirar todo el aire, toda la belleza, todo el cañón.
Esta fue nuestra ruta de senderismo por el Bright Angel Trail. Escogimos esta, pero hay muchos otros caminos que recorrer. Para conocer, entender y disfrutar el parque de la mejor manera hay que visitarlo varios días. Ese es mi consejo principal, disfrutarlo con calma.